PRIMER ENCUENTRO
Miranda maldijo el frío invernal,
al mismo tiempo que su pálida piel se estremecía con el contacto del congelado
aire. ¿Cuánto llevaba varada en aquella maldita roca? ¿Una, dos semanas quizás?
La verdad es que estaba empezando a perder la cuenta. No le importaba
demasiado, ya que la comida no era mala y la compañía tan indeseable como a
ella le gustaba. El vodka, esto era lo único que la hacía mantener la cordura.
Aquél maldito brebaje superaba con creces cualquiera que hubiese probado con
anterioridad.
Desde luego las cosas habían
empezado a torcerse mucho antes de que ella tomara pie en el anticuado
espaciopuerto. Aquella mujer había desaparecido sin dejar rastro, había
atravesado las defensas panoceánicas, se había introducido en la nave y había
sacado los datos antes de que el estúpido almirante notara si quiera que estaba
sufriendo un ataque.
Después, la habían llamado a
ella. El tipo parecía un tanto agobiado, alguien había robado unos datos
importantes que pondrían en peligro la seguridad de toda la esfera humana… y
bla bla. Lo mismo de siempre, lo que a ella le importaba realmente era la paga,
¿Dos millones de créditos por atrapar a una pelirroja en un planetoide helado?
¡Era coser y cantar!
Aquella tipa era escurridiza,
tenía que reconocerlo, pero no había hombre en el universo capaz de escapar de
Miranda. Después de este tiempo por fin había localizado una pista sólida. La
mujer era Ariadna y se escondía en unos precarios habitáculos de alquiler,
había hecho desaparecer bien su rastro pero no matar a aquél ladrón había sido
su perdición. Ahora Miranda la tenía y no tardaría en entregarla y cobrar su
recompensa.
Se ajustó el pesado abrigo de
piel que usaba para moverse cuando atravesaba las calles a pie. Mientras
comprobaba con un ligero toque de su dedo índice que su pesada pistola se
encontraba en el lugar de siempre, tic que no la abandonaba desde hacía diez
años y que no se preocupaba en ocultar, comenzó a caminar lenta y
silenciosamente. No siguió la dirección acordada de forma directa, sino que se
limitó a dar un rodeo en lo que a ojos de cualquier perseguidor fueran pasos
olvidadizos de una beoda borracha.
El gélido aire nocturno
acariciaba sus mejillas, y cuando empezaba a temer que su llamativo cabello
sonrosado comenzara a aclararse, alcanzó su objetivo. Un siniestro y monstruoso
edificio de grisáceos tonos había tomado forma frente a ella.
-Una única entrada, sin salidas
de emergencia, ventanas demasiado altas y puertas de acero bruñido. Ésta tipa
sabe lo que se hace. –Sonrió denotando un ansia salvaje y malevolente antes de
atravesar la pesada puerta metálica.
Un resplandor azulado la recibió
haciendo que su sonrisa se ensanchara aún más. Frente a ella la muchacha que
había estado siguiendo se mantenía apoyada contra una pared cercana. Sus
miradas se cruzaron y un instante después ambas empuñaban sendas pistolas de
asalto.
Como respuesta la joven pelirroja
apretó el gatillo de su arma. Con un ágil salto y esperando tal movimiento
Miranda se lanzó hacia la derecha evitando el golpe del proyectil contra lo que
instantes antes había sido su propia cabeza. Sonrió de nuevo y apretando el
gatillo de su propia arma se lanzó en pos de la joven que también se había
hecho a un lado.
Sorprendida por su oponente
Miranda saltó hacia atrás estimándola ahora un poco más. Ambas habían
conseguido evitar que los proyectiles anteriores acabaran con sus vidas. Tenía
que reconocer que aquella joven era buena, pero jamás reconocería que era tan
buena como ella… y desde luego no tenía intención de dejarse matar en un
planetucho perdido por una desconocida sin el nivel suficiente.
Mientras ninguna de las dos se daba
cuartel mutuo, observándose en silencio, un hombretón de hirsuta barba pasó
entre ellas sin siquiera mirarlas. En sus ojos luces bobas que denotan los
efectos del DSC, una dura droga de diseño, Miranda no entendía como todavía
había estúpidos que mataban su cuerpo de aquella manera.
Apartó al gigantón de sus
pensamientos y continúo observando a la muchacha: mirada decidida, pasos
claros, sonrisa torcida, ojos profundos. Aquella mujer era muy parecida a ella,
demasiado parecida para su gusto. Suspiró y apretó el gatillo de nuevo, se
abalanzó esta vez hacia la izquierda alejándose de su oponente mientras rodaba
por el suelo con pasos medidos.
La respuesta de la otra no se
hizo esperar, saltó hacia atrás sobre un arcaico mostrador de madera evitando
no solo el disparo sino también el impacto. Miranda sonrió, suponía que su
enemiga no conocería la fuerza del proyectil, pero volvió a sorprenderse cuando
comprobó que había abierto el boquete esperado en la madera pero uno del mismo
tamaño en el hormigón aparecía tras ella. ¿Había vuelto a fallar? ¡Imposible!
Esa tipa tenía suerte, demasiada
suerte. Estaba claro que en la distancia ambas estaban igualadas, sonrió pues
estaba segura de que la expresión de la otra era similar a la suya cuando
volvieron a mirarse. Ninguna había conseguido acertar en su opuesta y sabían
que no lo lograrían por mucho que insistiesen.
Enfundaron las armas y se
observaron de nuevo, pensaron un segundo más del necesario antes de lanzarse
hacia adelante. La mano derecha de Miranda agarró la muñeca izquierda de la
pelirroja cuando ésta interpuso su pierna izquierda en la trayectoria de la
derecha de Miranda. Miranda cayó pero
arrastró con ella a la joven ladrona que intentó zafarse un momento.
Un segundo después la pared tras
el mostrador estalló. Miranda sorprendida soltó la mano de la muchacha que en
lugar de lanzarse a correr por el muro recién derruido se acercó a ella e introdujo
algo en el bolsillo interior del abrigo de ésta.
-Eres buena cazarrecompensas,
pero no tanto- Sonrió y se perdió entre los jirones de niebla nocturna.
Un momento después Miranda se
levantó, le dolía la cabeza por el golpe contra el suelo y en sus oídos aún
retumbaba el sonido de la explosión. Extrajo el holo-ordenador del bolsillo y
sonrió. La extraña le había dejado los datos que ella perseguía. Miranda los
envió apenas unas horas después y menos de diez minutos más tarde tenía los dos
millones en su cuenta personal.
A solas en la habitación del
motel destartalado en el que se alojaba volvió a sonreír. Aquél trabajo aún le
depararía sorpresas, y Miranda estaba
segura de que éste, era solo el comienzo de una larga y divertida persecución a
través de millones de kilómetros de gélido vacío espacial.
Un final siempre puede considerarse un nuevo comienzo.
Darkpasionsplay.
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